martes, 31 de mayo de 2011

Hoy, última jornada del primer mes sin ti, día inicial de la próxima semana sin tenerte, después de no dormir salí muy temprano con rumbo a tantas partes, lugares rutinarios, cotidianos, grises, tanto que he olvidado cuáles son, en dónde están, quién vive o trabaja, sonríe, llora o frunce el ceño en cada uno de ellos. Eran tantos, tan fugaces, que es cansado repetirlos. Tenía citas pendientes, trámites que continuar, visitas de cortesía en casas y cafés con amigos y parroquianos, con el único fin de saber, de comprobar si, aún sin ti, sigo siendo yo. Caminaba sin pensar en tu ausencia. Caminaba, punto. Casi sin rumbo, diría sin destino. Eso, más que caminar, era una huida. Con la monotonía de un desfile militar, y con la galanura que dan a sus pasos los desertores, los vagabundos, los nómadas, los trashumantes. En otros tiempos, cuando eras tú y con esa presencia nos convertías en “nosotros”, cuando nuestros nombres podían escribirse juntos a través de una “y”, antes de que apareciera la “o” que ahora nos separa, antes, decía, cuando estabas, caminar era un acto singular, una acción lógica, coherente, razonable. Aún sin saberlo, mis pasos tenían rumbo, curso, trayecto. Podían ir en mil direcciones a lo largo del día, pero tarde o temprano terminaban por buscar el camino, la dirección, la vereda que desembocaba en tu rostro, tus brazos, tus ojos, tu risa, tu voz, tu vientre. Entonces, caminar tenía sentido porque hacerlo era siempre ir hacia ti, rosa de los vientos, estrella polar, brújula y horizonte. Incluso al dirigirme al punto más lejano de mi itinerario, la ruta siempre tenía punto final en tu regazo. Era un boomerang que tenía la certeza de volver hasta tus manos.
En aquel entonces me gustaba llamar “destino” a todo lugar o paraje al que encaminara mis pasos. Así, al final de la jornada, mientras buscaba el viento que me llevara hasta el quicio de tu cuerpo, todas las noches me repetía que el destino, mi destino, estaba junto a ti. Eras el puerto de todas mis travesías, el sol de mi órbita, mi último paso, el punto de partida, origen y llegada. Tu silueta era el mapa original del nuevo mundo. Llamarte “destino” era una metáfora, una travesura hecha de palabras y deseos, pensaba entonces, antes de que se convirtiera en una celada en contra de mí mismo. Si no estás, agoniza el deseo de llegar a cualquier parte, y camino sin sentido, herido de ti, lastimado de muerte, pálido reflejo que se pierde sin llegar nunca a tus ojos, ayer dulces, tiernos, apacibles, y hoy del color terroso de la ausencia. Sin ti he dejado de ser un caminante para convertirme en un nómada, extravagante andariego de caminos sin orillas ni contornos, sin estación de llegada, un peatón de soledades sin palabras. Ese lugar en el que no estás no puede llamarse casa, hogar, refugio, morada. Es, si acaso, un domicilio. Hoy, seguir mis propios pasos es una peregrinación sin santuario, un viaje hacia la nada, un éxodo que llega hasta tu ausencia, una carta sin destinatario ni remitente, un tranvía sin rieles en ruta hacia el vacío. Antes, caminar era llegar a ti. Ahora solo puedo huir de mi sombra, el trazo sin contornos en el que me he convertido después de perderte.

domingo, 29 de mayo de 2011

Los problemas, conflictos e inconvenientes, sean reales, artificiales o imaginarios, grandes, medianos o minúsculos, provocados, creados o casuales, disolutos, solubles o irresolubles, repetitivos, rutinarios u originales, así como todas las pequeñas y variadas tonterías, necedades, sandeces y despropósitos acumulados día tras día, palabra por palabra, paso a paso, golpe a golpe, de no ser resueltos o disipados, terminan por amarrarse en un nudo que empieza invariablemente en la cabeza y poco a poco se enreda en otras partes del cuerpo, sus componentes, elementos y sustancias. Si hay manera de deshacerlo, todo fluye, se compone, camina. Si no se puede desatar, el nudo se acomoda en el estómago o se detiene en la garganta, ambas situaciones lamentables y perniciosas. Al no poder deshacer el nudo, o cortas la cuerda de un tajo o te enredas en ella. Las consecuencias de cualquier modo suelen ser dolorosas, impredecibles y confusas. Es bueno saber, aunque Alejandro no esté de acuerdo, que no es lo mismo cortarlo, que desatarlo. Si bien es cierto que hacerse o convertirse en nudo no necesariamente se traduce en situación desagradable o motivo de desventuras, también es verdad que para ser origen de sensaciones placenteras, el nudo obtiene esas propiedades y características únicamente en sus formas de lazo, vínculo, enlace, nexo, unión, conexión, mixtura, combinación, fusión y aleación, siempre y cuando incluya entre sus componentes ideas, sensaciones, pieles, aromas, cuerpos, texturas, sabores, colores y emociones. Sin embargo, en todo caso, es ocioso y agotador quedarnos hechos nudo…. Está bien. Ya, me callo. Estoy desvelado, Usted disculpe. Me siento como una mancha en la pared, un pedazo de cualquier cosa, una pañuelo en el piso, un vaso con huellas de la noche anterior… Un nudo. Me voy. Provecho.

lunes, 23 de mayo de 2011

Luvina.

“Mientras tanto, los viejos aguardan por ellos por el día de la muerte, sentados en sus puertas, con los brazos caídos, movidos sólo por esa gracia que es la gratitud del hijo... Solos, en aquella soledad de Luvina.
         “Un día traté de convencerlos de que se fueran a otro lugar, donde la tierra fuera buena. ‘¡Vámonos de aquí! —les dije—. No faltará modo de acomodarnos en alguna parte. El gobierno nos ayudará.’
         “Ellos me oyeron, sin parpadear, mirándome desde el fondo de sus ojos, de los que sólo se asomaba una lucecita allá muy adentro.



         “—¿Dices que el gobierno nos ayudará, profesor? ¿Tú no conoces al gobierno?
         “Les dije que sí.
         “—También nosotros lo conocemos. Da esa casualidad. De lo que no sabemos nada es de la madre de gobierno.
         “Yo les dije que era la Patria. Ellos movieron la cabeza diciendo que no. Y se rieron. Fue la única vez que he visto reír a la gente de Luvina. Pelaron los dientes molenques y me dijeron que no, que el gobierno no tenía madre.

Luvina. Juan Rulfo. (Fragmento).

sábado, 21 de mayo de 2011

El mundo se va a acabar. Sí señor.

Según los resultados obtenidos una vez consumadas una serie de investigaciones, encuestas, aclaraciones, búsquedas y estudios muy precisos, verídicos, comprobados, aleatorios, confidenciales y esotéricos, realizados por un selecto, heterogéneo y cultivado grupo de doctos e ilustres, aunque anónimos, científicos, astrónomos, físicos, matemáticos, astrólogos, oráculos, nigromantes, apostadores, economistas, trapecistas, decimistas, versadores, policías, reinas de belleza, rumberas, desempleados, peritos, padres solteros,  magos, maestros de danza, ilusionistas, profesores del SNTE, actores de teatro, reporteros, ex gobernadores, escapistas y algunos otros personajes de ocupación indefinible, el fin del mundo será, sin ambigüedades, más o menos dentro de 5,000,000,000 de años. Es decir, si conté bien los ceros, a partir de hoy van a pasar 5 mil millones de años antes de que esto se acabe. Según las infaltables filtraciones a la prensa, mismas que se le atribuyen a uno de los ex gobernadores, el estudio citado prevé que el sol estallará, lloverán bolas muy grandes de fuego, el agua va a estar hirviendo, la nieve se va a derretir, va a hacer más calor que ahorita, y la tierra se quemará como una guanábana frente a un lanzallamas, imagen por cierto espeluznante. La fecha exacta es el 29 de febrero de ese año, que será, obvio, bisiesto.
Se calcula que todo el desgarriate éste dará inicio como a las 5:37 a.m., así que ese día no habrá clases, por lo menos en los lugares dónde sean las 5:37 a.m. Va a ser lunes, eso es seguro. Así que falta un buen rato. Y en 5 mil millones de años es probable que ninguno de nosotros esté aquí, diría el filósofo de Güemez, injustamente relegado en este consejo de hombres y mujeres muy, muy, sabios.