Había una vez una mujer joven, bella, lozana, dulce y tierna, llena de frescura e inocencia (como se supone que debe ser toda princesa en un cuento) que nunca había sido protagonista de historia alguna. Vivía en el bosque, y en él daba de comer a los venados, a los ciervos, las ardillas y los conejos. Se bañaba desnuda, a solas, en el ... estanque, dónde veía nadar los peces y escuchaba cantar a los sapos, sin que por su cabeza pasara la extravagante idea de besar a algún animal de ojos saltones. Y había otra vez un príncipe que jamás había luchado contra dragones, monstruos ni temibles ejércitos enemigos. Su vida era apacible, casi aburrida. Le gustaban los bailes, la poesía barroca, los trajecitos de los pajes y los cabellos de las mujeres. Iba de cacería, mataba ciervos, lobos y venados por placer, más que por alguna necesidad. No tuvieron oportunidad de conocerse. Y aún así, eran felices, aunque no sabían si para siempre.
Me ha encantado...
ResponderEliminarUnos príncipes originales, como debe ser...
Un beso.
Sakkarah