sábado, 25 de junio de 2011

Texto hecho a mano.

¿Cómo reconocemos unos dedos que están tristes? ¿Cómo descubrimos en las manos las huellas de las ausencias inasibles? ¿Se enreda en la muñeca, se convierte en puño amenazante, en extremidad desplegada en busca de llegar a la otra orilla? ¿Cómo distinguimos en la diestra y la siniestra unos dedos atacados por la artritis de unas sábanas sin vida? Tal vez por el sabor del sudor que escurre desde adentro, por la rigidez de unas manos sin vida ni substancia, sin piel, acartonadas, inmóviles, intocables, inútiles sin un cuerpo que sea destino y una piel que sea guarida. Las mismas manos que no reflejan la sombra de formas ni figuras, invisibles, ciegas, perdidas en camino a la memoria de un cuerpo abandonado.

En las manos se conserva, atrapada entre los dedos, la humedad, el aroma, el aliento y la presencia de la tierra mojada, de las gotas que hacen de nosotros extensión y cuerpo de la lluvia, del río que nos moja y alimenta, del mar que nos deja escamas en los dedos para recordarnos que somos habitantes naturales del fondo del océano. La vida se derrama a través del tacto, su ruta, sus misterios y descubrimientos, de las huellas digitales que dejan las falanges en cada asalto a los recuerdos, en esas manos como zarpas que transforman toda geografía, en la bofetada que sacude y desconcierta. Has imaginado tus manos como alas, abiertas, desnudas, en vuelo con rumbo al paraíso.
¿Dónde guardas el apretón de manos, el saludo confiable, consistente, entrañable, la palmada cariñosa, el abrazo que se cierra en tu espalda, el manotazo subversivo, el aplauso a la canción inolvidable, al artista cómplice de besos y miradas entre copas, acordes y poemas, a dónde llegarán los callos curtidos de quimeras y deseos? Has advertido inútilmente la indebida ventaja del que no sabe ganar si no es con mano negra.  ¿Has levantado tus dedos, uno a uno, para contar, sumar y describir los días, las voces, los rostros, palabras y ocasiones que se conservan por sí mismos en el espacio infinito e irregular de la memoria? Otras veces has extendido el brazo con la mano abierta al otro extremo, buscando detener y calmar al intranquilo, al ansioso, al exaltado, al impulsivo. Y te has detenido al ver el mismo gesto frente a ti, exigiendo una respuesta a tu insolencia y tu descaro.
                                                                                                                   
A veces descubro a la tristeza oculta en la cutícula, y la veo derramarse como lágrimas que marcan surcos en la palma de la mano. Otras la veo perderse debajo de las uñas, junto a la tierra acumulada de escarbar tantos recuerdos. Entonces señala con el índice el motivo de su mueca, al culpable de su gesto de nostalgia, muestra la vereda por dónde la vio perder sus pasos. El mismo índice que indica y da forma al inventario, el que determina y subraya el  repertorio, ese dedo que pasa suavemente las páginas de un libro, el que señala la causa de una sonrisa convertida en carcajada. Dedo atrevido que se levanta pidiendo la palabra, apuntando la presencia, buscando la mirada que aparenta ser esquiva. ¿Has llevado tu dedo hacia la boca, pidiendo silencio al insensato, al impaciente, a la voz de mujer que presagia tu llegada y reprocha tu tardanza?
De la infancia conservas la costumbre de meter el dedo en la cazuela, en la olla de leche oliendo a nata, en el frasco de dulce y en todo exquisito manjar de la niñez. Las palabras de una mujer nacida del misterio te quitaron el miedo a hacerlo en cuevas, cerraduras y escondites, en sinuosas humedades, en pozos furtivos y secretos. No eres tú si no has intentado aliviar el dolor al sobar con tu mano la marca que deja en la piel un golpe artero, si no dejas avanzar tus manos a tientas entre sombras y parajes, buscando descubrir regiones y destinos de los que otros huyen y se alejan. ¿Revives el adiós, palmo a palmo, cuando resurge en la memoria la piel reseca de una despedida irremediable? Solo entonces aprenden esas manos a secar tus lágrimas, a deslizarse por la piel en caricia que pretende incitar una sonrisa.
¿Qué es de un texto apresurado cuando decides que le vas a “meter mano”? ¿Con qué mano suave y primigenia ofreció Eva el fruto prohibido a Adán, que lo aceptó en propia mano? Imaginas el dolor del clavo desgarrando los tendones de una mano convertida en crucifijo. ¿En qué momento tocó dios el dedo del hombre para dar principio a la creación? Has vivido y dado vida a manos llenas, te has quedado, te han dejado, con las manos vacías, han lastimado las espinas esas manos. ¿Has metido las manos al fuego por todo aquel que crees que lo merece, aunque al final te hayas quemado con las brasas? ¿Vives de cabeza en el pulgar que determina la muerte y la desgracia, o habitas en el mismo dedo cuando señala al cielo para anunciar victoria o perdonar la vida a los que saben dar la cara aún en la derrota? ¿Cruzaste alguna vez la calle tomado de la mano de tu madre? Recuerdas el dolorido aprendizaje de pelear a mano limpia, de enfrentarte ante todo adversario mano a mano. Intuyes, imaginas, sueñas con los secretos que guardan en sus manos los magos y los dioses, invocas los hechizos y la magia de Merlín, Tonantzin, Circe o Gandalf. Has sido silencioso testigo de las maravillas del lenguaje que convierte a las manos en voz, tímpano y palabras mientras vuelan y  dibujan en el aire la lengua y el idioma de un sordomudo.


¿Has sido capaz alguna vez de lavarte las manos frente a un hombre del que sabes su inocencia? ¿Qué hacen las manos rotas del poeta que renuncia a escribir ante el dolor? Dan voz y consuelo a los deudos, a los indefensos, al cansancio, a la justicia, a la vida y la impaciencia.
¿Qué se pierde, se transforma, en el dedo anular atrapado por aros y sortijas? La falta de esa argolla subraya en silencio que no hay dueños ni presencias consagradas por el rito y la costumbre. Cambias día a día la respuesta que descubres al tocar con tus dedos un espejo, para saber quién es el que te observa fijamente desde el otro lado del cristal. Persiste en tu tacto el recuerdo de la primera vez que te atreviste a tomar la mano de aquella novia de la infancia. Recuerdas el temblor, la torpeza de unas manos sudorosas que aprendían entonces a estar vivas y fueron descubriendo secretos que se convirtieron en caricia. Has visto volar las manos de una mujer que da vida y color en cada lienzo a ensoñaciones y siluetas. ¿Has dado la mano a tu hijo cuando ves venir sus lágrimas? ¿Frente a la justicia, nunca la venganza, has dicho y pensado alguna vez “estamos a mano”? ¿Has dejado caminar tus dedos sobre el teclado palpitante de un piano con nombre de mujer? ¿Desde dónde llegan a tus manos las letras que dan forma con tu pluma a estas palabras? ¿Es pequeña la tristeza, es cómo el meñique aislado, frágil, temeroso, tímido acompañante de un puño golpeando la pared? ¿O es ese mismo dedo el que cierra y da forma a toda empuñadura?
Guardas el recuerdo de las manos largas y fuertes, nobles y serenas de tu padre. Dices “mano” para saludar al amigo que el tiempo ha convertido en un hermano. ¿Cuándo, cómo se transforma una mano abierta y extendida en puño y amenaza? Te has quedado, sin gritar, con el dolor metido en la garganta, con la mano asfixiada en el quicio de una puerta que se cierra. Has vaciado con tus manos el licor de esa botella con sabor a madrugada.

¿Estás seguro de que tienes buena mano cuando decides poner tu semilla en tierra extraña? ¿Confías en esa buena mano cuando te juegas la suerte mandando tu resto en un albur? Eres “mano” cuando se trata de enfrentar al cobarde, al traidor, al arrogante, al inhumano. Te has tomado con las manos la cabeza al encontrarte de frente a la sorpresa, al dolor, el desconcierto, incrédulo, pasmado, inmóvil, en presencia de lo absurdo. ¿Sabes ponerla por delante cuando es necesario echar la mano al que está en el suelo, al resignado, al débil, al solitario, al indefenso? ¿Has acariciado con tus manos las cuerdas armoniosas de una guitarra elaborada con la madera más preciosa, que es la piel de una mujer? ¿Con qué manos puedes escribir tu propia historia? Usas tu mano para proteger del sol esa mirada que otea el horizonte en busca de su sombra y su navío. Agitas la mano, lenta, cálida, suave y efusiva, para señalar el adiós del que sabe que se vive de reencuentros.

martes, 21 de junio de 2011

Te quiero, papá.

No sé cuánto tiempo más pueda extrañarte. Haces falta, porque sin ti creció la obsesión de lastimar tu memoria con mezquindad y torpeza. Sobrevive tu ejemplo, tus ganas de vivir, tu nobleza, tu humor inteligente, tu sabiduría, tu grandeza, tu capacidad de ser tú mismo, de enfrentar adversidades y vencer a la ignorancia y a la envidia con talento y confianza. Naciste para cimentar y convencer. Para argumentar y debatir. Para compartir y crecer. Queda entre nosotros el amor a los tuyos, a tu familia, a tus amigos. Tu preocupación por el débil, tu afán por construir un futuro dónde cupiéramos todos. Humano, es la palabra que agranda su significado con tus virtudes y defectos. Porque sigues aquí, en nosotros, tus nietos, tu sonrisa, y porque desde dónde estás, junto a él, no has dejado de velar por los tuyos. Gracias siempre, por todo.
No he dejado de llorar tu ausencia. Pero hoy acompaño tu recuerdo con una sonrisa. Te quiero, papá.

viernes, 17 de junio de 2011

De vasos y vacíos.

"Tiene razón el Presidente", pensé, en un arrebato oficialista del que apenas me voy recuperando. "Soy un pesimista, siempre veo el vaso medio vacío", concluí, tal vez intoxicado por un filete de res con clembuterol. Me asomé en busca de buenas noticias, seguro de que en el margallate de información cotidiana algo habría para documentar nuestro optimismo, que dijera el neo-clásico mexicano. "A ver: Cordero, la Bartola y seis mil pesos, los pobres y la pobreza... No, por ahí nomás no.... Hank, ¿justicia? No, la tremenda corte de Tres Patines, con todo y Rudecindo y Nananina... ¿Reformas? Si, un periódico muy leído y una avenida muy famosa, nada más.... ¿Lucha contra el crimen? Muerte, desaparecidos, impunidad, violencia, territorios sin ley.... Si, ahora veo la otra parte del vaso. Está llena. De sangre."

miércoles, 8 de junio de 2011

Mujer códice...

Mujer códice
Si quiero conocerte, necesito buscarte y perderme en el horizonte. Si quiero tenerte, debo sumergirme en la mitología de la que eres diosa, origen, caverna, destello. Allá surge y se desvanece tu esencia, convertida en el aroma que se desprende de tus poros, la respuesta a todos los secretos, la mirada viva de tus ojos sin luz, sin lunas. De una forma que aún no entiendo, pero adivino, sobrevive en los colores de tu cuerpo la armonía entre una mujer y el universo… Amoxtli, es tu nombre en náhuatl: el códice antiguo, atemporal, que tiene como lienzo tu propia piel en la que se derrama la tinta de tus venas y donde se pierde la savia de tu cuerpo, el néctar de todos los dioses.
Daniela Casal

Eres símbolo, principio, sabiduría, belleza, creación, poesía… Tu origen, como todos en las tierras del nuevo mundo, es un umbral mutilado, roto, envuelto en llamas, inconcluso… Tu originaria concepción del universo sufrió la condena, la intolerancia e incomprensión del hombre que dijo hablar por dios y actuar en su nombre. De ahí que tu cuerpo viva ahora disperso y repartido en todo el mundo y en cada rincón del firmamento. Tu reflejas la belleza y el misterio, los ciclos de la vida, los elementos que la forman. Eres augurio, ofrenda, ritual… Centro sagrado, los puntos cardinales, médula, substancia, el vuelo del ave y el olor de la tierra. Compartes el origen, la historia y simbolismo de los dioses que nos dieron vida. En manos del tlacuilo, ese pintor indígena que en sus manos tenía espíritus, plumas y pinceles, el tiempo adquiere medida, fuerza, sentido, colores y augurios.
Desde los señores de la noche hasta los días del fuego nuevo, eres cosmos, ciclo, círculo perfecto que nace de tus dedos, que se pierde en tu mirada, que se entrega con tu cuerpo...

sábado, 4 de junio de 2011

Ser tu fantasía...


Y una noche, bajo la luna llena de tu rostro, cerca de tus labios de horizonte, perdido en la llanura de tu vientre, vigilado por tus ojos de universo, habitante de tu cuerpo de cascada, quise encontrar la forma de ser tuyo, de convertirme en tu fantasía más deseada, en tu sueño recurrente... Me transformé en felino, y dejé que tus manos arroparan mis temores.

martes, 31 de mayo de 2011

Hoy, última jornada del primer mes sin ti, día inicial de la próxima semana sin tenerte, después de no dormir salí muy temprano con rumbo a tantas partes, lugares rutinarios, cotidianos, grises, tanto que he olvidado cuáles son, en dónde están, quién vive o trabaja, sonríe, llora o frunce el ceño en cada uno de ellos. Eran tantos, tan fugaces, que es cansado repetirlos. Tenía citas pendientes, trámites que continuar, visitas de cortesía en casas y cafés con amigos y parroquianos, con el único fin de saber, de comprobar si, aún sin ti, sigo siendo yo. Caminaba sin pensar en tu ausencia. Caminaba, punto. Casi sin rumbo, diría sin destino. Eso, más que caminar, era una huida. Con la monotonía de un desfile militar, y con la galanura que dan a sus pasos los desertores, los vagabundos, los nómadas, los trashumantes. En otros tiempos, cuando eras tú y con esa presencia nos convertías en “nosotros”, cuando nuestros nombres podían escribirse juntos a través de una “y”, antes de que apareciera la “o” que ahora nos separa, antes, decía, cuando estabas, caminar era un acto singular, una acción lógica, coherente, razonable. Aún sin saberlo, mis pasos tenían rumbo, curso, trayecto. Podían ir en mil direcciones a lo largo del día, pero tarde o temprano terminaban por buscar el camino, la dirección, la vereda que desembocaba en tu rostro, tus brazos, tus ojos, tu risa, tu voz, tu vientre. Entonces, caminar tenía sentido porque hacerlo era siempre ir hacia ti, rosa de los vientos, estrella polar, brújula y horizonte. Incluso al dirigirme al punto más lejano de mi itinerario, la ruta siempre tenía punto final en tu regazo. Era un boomerang que tenía la certeza de volver hasta tus manos.
En aquel entonces me gustaba llamar “destino” a todo lugar o paraje al que encaminara mis pasos. Así, al final de la jornada, mientras buscaba el viento que me llevara hasta el quicio de tu cuerpo, todas las noches me repetía que el destino, mi destino, estaba junto a ti. Eras el puerto de todas mis travesías, el sol de mi órbita, mi último paso, el punto de partida, origen y llegada. Tu silueta era el mapa original del nuevo mundo. Llamarte “destino” era una metáfora, una travesura hecha de palabras y deseos, pensaba entonces, antes de que se convirtiera en una celada en contra de mí mismo. Si no estás, agoniza el deseo de llegar a cualquier parte, y camino sin sentido, herido de ti, lastimado de muerte, pálido reflejo que se pierde sin llegar nunca a tus ojos, ayer dulces, tiernos, apacibles, y hoy del color terroso de la ausencia. Sin ti he dejado de ser un caminante para convertirme en un nómada, extravagante andariego de caminos sin orillas ni contornos, sin estación de llegada, un peatón de soledades sin palabras. Ese lugar en el que no estás no puede llamarse casa, hogar, refugio, morada. Es, si acaso, un domicilio. Hoy, seguir mis propios pasos es una peregrinación sin santuario, un viaje hacia la nada, un éxodo que llega hasta tu ausencia, una carta sin destinatario ni remitente, un tranvía sin rieles en ruta hacia el vacío. Antes, caminar era llegar a ti. Ahora solo puedo huir de mi sombra, el trazo sin contornos en el que me he convertido después de perderte.

domingo, 29 de mayo de 2011

Los problemas, conflictos e inconvenientes, sean reales, artificiales o imaginarios, grandes, medianos o minúsculos, provocados, creados o casuales, disolutos, solubles o irresolubles, repetitivos, rutinarios u originales, así como todas las pequeñas y variadas tonterías, necedades, sandeces y despropósitos acumulados día tras día, palabra por palabra, paso a paso, golpe a golpe, de no ser resueltos o disipados, terminan por amarrarse en un nudo que empieza invariablemente en la cabeza y poco a poco se enreda en otras partes del cuerpo, sus componentes, elementos y sustancias. Si hay manera de deshacerlo, todo fluye, se compone, camina. Si no se puede desatar, el nudo se acomoda en el estómago o se detiene en la garganta, ambas situaciones lamentables y perniciosas. Al no poder deshacer el nudo, o cortas la cuerda de un tajo o te enredas en ella. Las consecuencias de cualquier modo suelen ser dolorosas, impredecibles y confusas. Es bueno saber, aunque Alejandro no esté de acuerdo, que no es lo mismo cortarlo, que desatarlo. Si bien es cierto que hacerse o convertirse en nudo no necesariamente se traduce en situación desagradable o motivo de desventuras, también es verdad que para ser origen de sensaciones placenteras, el nudo obtiene esas propiedades y características únicamente en sus formas de lazo, vínculo, enlace, nexo, unión, conexión, mixtura, combinación, fusión y aleación, siempre y cuando incluya entre sus componentes ideas, sensaciones, pieles, aromas, cuerpos, texturas, sabores, colores y emociones. Sin embargo, en todo caso, es ocioso y agotador quedarnos hechos nudo…. Está bien. Ya, me callo. Estoy desvelado, Usted disculpe. Me siento como una mancha en la pared, un pedazo de cualquier cosa, una pañuelo en el piso, un vaso con huellas de la noche anterior… Un nudo. Me voy. Provecho.

lunes, 23 de mayo de 2011

Luvina.

“Mientras tanto, los viejos aguardan por ellos por el día de la muerte, sentados en sus puertas, con los brazos caídos, movidos sólo por esa gracia que es la gratitud del hijo... Solos, en aquella soledad de Luvina.
         “Un día traté de convencerlos de que se fueran a otro lugar, donde la tierra fuera buena. ‘¡Vámonos de aquí! —les dije—. No faltará modo de acomodarnos en alguna parte. El gobierno nos ayudará.’
         “Ellos me oyeron, sin parpadear, mirándome desde el fondo de sus ojos, de los que sólo se asomaba una lucecita allá muy adentro.



         “—¿Dices que el gobierno nos ayudará, profesor? ¿Tú no conoces al gobierno?
         “Les dije que sí.
         “—También nosotros lo conocemos. Da esa casualidad. De lo que no sabemos nada es de la madre de gobierno.
         “Yo les dije que era la Patria. Ellos movieron la cabeza diciendo que no. Y se rieron. Fue la única vez que he visto reír a la gente de Luvina. Pelaron los dientes molenques y me dijeron que no, que el gobierno no tenía madre.

Luvina. Juan Rulfo. (Fragmento).

sábado, 21 de mayo de 2011

El mundo se va a acabar. Sí señor.

Según los resultados obtenidos una vez consumadas una serie de investigaciones, encuestas, aclaraciones, búsquedas y estudios muy precisos, verídicos, comprobados, aleatorios, confidenciales y esotéricos, realizados por un selecto, heterogéneo y cultivado grupo de doctos e ilustres, aunque anónimos, científicos, astrónomos, físicos, matemáticos, astrólogos, oráculos, nigromantes, apostadores, economistas, trapecistas, decimistas, versadores, policías, reinas de belleza, rumberas, desempleados, peritos, padres solteros,  magos, maestros de danza, ilusionistas, profesores del SNTE, actores de teatro, reporteros, ex gobernadores, escapistas y algunos otros personajes de ocupación indefinible, el fin del mundo será, sin ambigüedades, más o menos dentro de 5,000,000,000 de años. Es decir, si conté bien los ceros, a partir de hoy van a pasar 5 mil millones de años antes de que esto se acabe. Según las infaltables filtraciones a la prensa, mismas que se le atribuyen a uno de los ex gobernadores, el estudio citado prevé que el sol estallará, lloverán bolas muy grandes de fuego, el agua va a estar hirviendo, la nieve se va a derretir, va a hacer más calor que ahorita, y la tierra se quemará como una guanábana frente a un lanzallamas, imagen por cierto espeluznante. La fecha exacta es el 29 de febrero de ese año, que será, obvio, bisiesto.
Se calcula que todo el desgarriate éste dará inicio como a las 5:37 a.m., así que ese día no habrá clases, por lo menos en los lugares dónde sean las 5:37 a.m. Va a ser lunes, eso es seguro. Así que falta un buen rato. Y en 5 mil millones de años es probable que ninguno de nosotros esté aquí, diría el filósofo de Güemez, injustamente relegado en este consejo de hombres y mujeres muy, muy, sabios.   

sábado, 30 de abril de 2011

Me gusta...

Me gusta la música de Sabina y la voz de Chavela Vargas, Vicentico y José Alfredo, la guitarras y la armónica que suenan a llanto. Las imágenes que llegan de lejos, que me despiertan las manos y me vacían la tinta del cuerpo. Me gusta el río de mi pueblo, la sonrisa en la piel de una mujer que canta, que me besa, que habla despacio, suavecito... Me gusta la noche, la madrugada en la calle, la penúltima copa, el “Nos vemos mañana” de un amigo. Las palabras bien dichas, bien escritas, bien pensadas y mejor entendidas. Me gustan los relojes de arena, los barcos, la mano tendida, un árbol vestido de verde, honrar a mis muertos, la mirada de la infancia, llegar al final de la escalera y las preguntas cuando tengo que buscar las respuestas.

                                                                   
El sonido de una campana, el murmullo del agua, el estruendo de una carcajada entre dos... Me gusta el diálogo en todas sus formas, cuando no hay intención de lastimar, incluida la polémica. Me gusta el silencio cuando me habla al oído. Me gustan las fotos en blanco y negro, el aroma de azahar y el olor de la tierra mojada.... Y me gusta el mar, porque siempre he pensado que algún día, de la espuma de las olas brotarán mariposas.

jueves, 28 de abril de 2011

Éramos la palabra...

Éramos la palabra, el verbo y el principio. Éramos mirada, certeza, cielo despejado, agua limpia. Vivíamos en tu piel que era el territorio del edén, su aroma y su aliento, el sol el destello que nacía de tu rostro. EL placer era todo, una palabra inventada junto al paraíso, más allá de cuerpos y caricias. Estaba hecho de tu voz, tus manos, mi sombra, mis dudas, tus ojos, espejo que mostraba que la felicidad, si no es para siempre, es posible.
Daniela Casal

Tu mirada es el pozo en el que caben todas las aguas, el manantial en el que abrevó el pecado original, venero del fondo de tu cuerpo que derrama savia con aroma de olvido, destino de penas y nada, recuerdo, promesa incompleta de un futuro sin mañana. Hombre explorador, mito originario, ladrón del génesis y usurpador de la creación, el segundo habitante del edén, parido con dolor por la mujer hecha a imagen y semejanza, nacida de la alquimia del creador, con la sutileza de un brote en medio de la tierra, una flor, el fruto de tu vientre, capullo sin nombre, principio ni final posible, conocido, cierto, inevitable.
“Soy feliz”, dijiste, y la frase sonó a maldición, a profecía, a carta sin remitente y a juramento en nombre de dios en vano. Porque la felicidad es una luz impaciente que recorre el horizonte sin detenerse ni quedarse nunca en nuestras manos. Tiene tantos destinos, tantas salidas y llegadas sin horario ni ruta establecida, es llamada y exigida en todos los tonos, en tantos mundos, con voces tan distintas, en todas las formas, que sujetarla es un acto de egoísmo que nadie puede permitirse. Tus lágrimas son el último destello de esa luz antes de perderse, antes de ocultarse repitiendo la promesa incierta de volver, aunque de todos es sabido que esa fluorescencia no repite rutas ni caminos, y nunca regresa por la misma puerta. Pero eso lo sabíamos sin decirlo, como si el silencio hiciera falsa esa certeza.
Contemplo el territorio que tú dominas con un gesto, a voluntad, con una sonrisa perdida, una mirada inmutable, una mano extendida, una caricia incompleta, un beso en la boca, una nostalgia extendida en los labios de tu vientre, cuerpo y brazos abiertos en dónde cabe el universo. “Quisiera ser tus lágrimas”, dije, antes de que desaparecieran en el dorso de tu mano acariciando tus mejillas.

lunes, 25 de abril de 2011

Todo tenía tu rostro...

Daniela Casal

Todo tenía tu rostro: mis días sin tenerte, sin saber de tí, sin mi contigo; mis huellas húmedas como tus labios entreabiertos, siempre a punto de decir mi nombre; las olas del mar, las mismas olas que al romper veían convertida su espuma e ... ...n vuelo de blancas mariposas... Tu cuerpo era el mapa de un país imaginado, la patria sin héroes de una guerra sin gloria ni victorias, isla abandonada en un océano como selva, lleno de vida y remordimientos, cicatriz de la entrega, mapa del abandono. Tantas veces me perdí en tu geografía, tantas noches fuí viajero sin brújula, sin destino, sin miedos ni destino posible. Eras tú y eras la nostalgia de una piel sabor a horizonte, ombligo centro del universo, tus pezones planetas de otra bóveda celeste, sexo colorido, ave del paraíso... Cuerpo vía láctea, cuerpo de manos perdidas que me niegan el abrazo, que me condenan al silencio, que me hunden en la arena que viaja interminable en ese pequeño reloj en el que cada grano que cae es una lágrima derramada en tu nombre. Todo era tu rostro. Eras alma y eras vida. Te alejaste. Hoy te recuerdo como el silencio busca el eco de tus pasos. No puedo verte. No recuerdo tu rostro. Te perdí.

viernes, 15 de abril de 2011

Sueño que te sueño, que me sueñas, que soñamos... En mi sueño, que es el nuestro, eres pasado y destino, y en tu sueño, que es el mío, cambias con tus labios el color de mi piel. Al soñar descubrimos la fórmula y develamos el misterio que impedía a dos cuerpos ocupar el mismo espacio para crear juntos un tercero. Geometría perfecta de la materia hecha caricia, organismos compartidos, paisaje dibujado a cuatro manos, formas que renacen para alimentar la memoria del paraíso.
Nuestro sueño es la quimera de la piel que se entrelaza, que se teje y se desprende para habitar en dos seres distintos y precisos, enredadera de poros, sudor, sal y epidermis, corteza, follaje, territorio. La noche se desprende de tu frente, por tu cuello, se pierde en el sol que entibia tus pechos, sistema solar que gira en mis labios para descender en la órbita que coronan tus pezones, boca que sacia la sed en el estuario que protegen tus caderas.
Y en el principio, fue el verbo, cuando el universo escribió sus primeras letras en tus muslos, sobre tu vientre que es tierra, semilla, rama, flor, juramento, origen...
Tu silueta, tu piel, es el territorio en el que habitan fantasías y espejismos, es oasis, ruta que camino con ojos cerrados, sendero que me lleva a descubrir el secreto que ocultan tus manos... Somos cuerpo, cuerpos, silencios, manos, misterio, paraje que se ilumina con el reflejo de luna que asoma de tu rostro.

jueves, 14 de abril de 2011

Palabra mercenaria...


Una palabra perversa, mercenaria, palabra que es aullido, amenaza, chantaje… Expresión que atenaza al amor, que fragmenta el diálogo, que dispersa el miedo hasta hacerlo propiedad de todos, una palabra que no merece serlo, que se alimenta de la desconfianza y vive de la muerte, que despierta lamentos, lágrimas, reclamos, gritos que son el grito de todos, el “ya basta” y el “estamos hasta la madre”, frustración e impotencia para despertar el alma y avivar conciencias…
 
Mensaje que sumerge al sonido en arbitraria obscuridad y secuestra el verbo en medio de un país, cansado de vivir en ninguna parte… Señal que detiene el tiempo, eco de la negligencia y el abandono… Voz que congela miradas, que vive del dolor y la memoria… “Violencia”, voz maldita, irreparable, miserable.
No escribamos sobre un muro abandonado. No dejemos que se pierda la mirada, ni que la luz se sepulte tras las sombras. Aún así, o por eso mismo, atrevámonos a amar, a ser, vivir, mirar, caminar, exigir, hablar, compartir, escuchar... Lo repito: los buenos somos más.

lunes, 11 de abril de 2011

Eres todos los rostros....

Quiltic. Daniela Casal.
Vivía en tu mirada.... Yo era el reflejo que habitaba en tus ojos, la balsa que surcaba tus pupilas.  Mi nombre existía dibujado en tu boca, se creaba en la voz extraviada en tu cuello. He seguido tus huellas, te reconozco en la silueta que traza la ribera del río, en la selva verde que es tu cuerpo y es todo el paraíso, hierba milagrosa, vergel, maleza en la que adivino los territorios perdidos del edén. Intento volar y anidar en tus brazos, dos ramas que nacen del árbol del bien y del mal. Tus cabellos son bosque, enramada, semilla, lecho en el que dos cuerpos descubren la fertilidad por la que se asoma la vida. Hoy el silencio ocupa el lugar en el que ayer resonaba tu voz de cenzontle, ha naufragado el barco en el que seguí a la luna en el mar de tu espalda hasta desembarcar en tu vientre que es oasis y playa, orilla, puerto, litoral en el que camino descalzo para perderme en tu piel de manzana, en tus caricias sabor a canela, en tu aroma de viñedo y flor de naranjo, en la savia derramada entre tus labios de mujer, en el olor a tierra mojada después de tus besos. 
Eres todos los rostros.

jueves, 31 de marzo de 2011

Había una vez....

Había una vez una mujer joven, bella, lozana, dulce y tierna, llena de frescura e inocencia (como se supone que debe ser toda princesa en un cuento) que nunca había sido protagonista de historia alguna. Vivía en el bosque, y en él daba de comer a los venados, a los ciervos, las ardillas y los conejos. Se bañaba desnuda, a solas, en el ... estanque, dónde veía nadar los peces y escuchaba cantar a los sapos, sin que por su cabeza pasara la extravagante idea de besar a algún animal de ojos saltones. Y había otra vez un príncipe que jamás había luchado contra dragones, monstruos ni temibles ejércitos enemigos. Su vida era apacible, casi aburrida. Le gustaban los bailes, la poesía barroca, los trajecitos de los pajes y los cabellos de las mujeres. Iba de cacería, mataba ciervos, lobos y venados por placer, más que por alguna necesidad. No tuvieron oportunidad de conocerse. Y aún así, eran felices, aunque no sabían si para siempre.

miércoles, 30 de marzo de 2011

El litoral de tu cuerpo.

                                                       Autor: Daniela Casal (Arg.) 


El litoral de tu nombre. 
Pedro Manterola Sainz.
Desde la ventana, atrás de los árboles, los días que se han ido dibujan la silueta de un río que busca el litoral. En la misma ribera descansan las presencias que han dejado de serlo, las palabras perdidas, las caricias tatuadas, las miradas y las voces derramadas en la memoria, las lágrimas que mojaron tus manos, el llanto que te hizo culpable. Aparece de repente, rotundo, el silencio. Y cuando todo es silencio, no hay manera de huir.
Toda ausencia, me dirás, es una huida. La mujer extraviada, el amigo errante, el cuento sin final feliz, el rey de castillos de arena, la canción que no pudiste cantar, las flores robadas tiradas al piso, la mujer que se perdió en las mil y una noches, la luna llena, esta vida en cuarto menguante...
No huyo, busco. Caminos, respuestas, manos, miradas, sonrisas, palabras. Inevitablemente. Sin exigencias, sin apremios. A veces, si, ansiedad. Si huyo, es del silencio que atrapa la nostalgia suficiente para saber que eres duda, tiempo detenido que parece juzgarte.
En la obscuridad el tiempo no tiene salida. Es simultáneamente gloria e infierno. Y las palabras se hacen pretextos que explican por qué no estás, por qué no llegaste, por qué vives convertido en estatua de sal, expresiones que diluyen fracasos, que esconden victorias, triunfos, aciertos, reencuentros, un adiós sin despedida. Tantas palabras, eco hecho diálogo, suenan indignas. Son voces que saben a lengua, lenguaje, pacto, juramento, compromiso... No más perdón no deseado, no más miedo, no más llanto, no más silencios. No quieres la indignidad. No hay vida en el limbo, ese no lugar sin luz ni palabras.
Solo quién conoce la luna sabe lo que es perder el miedo. Solo quién abre los ojos en la madrugada y logra ver la silueta de sí mismo, el rostro de la mujer que aún no llega, los paisajes que fueron y los que son porvenir, la ruta perdida, el faro en la bocana y el barco en el puerto, entiende que el camino es milagro y rutina, la cara de un niño, la mano de un ciego, el ladrido de un perro, las alas de un colibrí, la voz que repite tu nombre como quién grita “¡Eureka!”.

Bañarse con la luz de la luna es expiar los pecados que aún no cometemos. Es trazar con las manos los pliegues de una piel que sabe a canela y huele a vainilla, que transpira la sal de mil mares aún no descubiertos. Es el destino, la ciudad perdida en el océano que separa las tierras para unir los recuerdos, los deseos, la esperanza, el  cuerpo de una mujer que bañada de luna se convierte en el sol de un planeta recién nacido.
¿Cuánto tiempo seguí tus huellas en un reloj de arena? Una eternidad con aroma de muerte que dejó de ser agonía apenas percibir tu tacto, imaginar tu sonrisa, decir a tu oído palabras en un idioma que hasta ese día no conocía.
La búsqueda libera al silencio de olvido y cadenas. Tu cuerpo despoja al olvido de espejismos y cura la ceguera de un hombre que entiende con solo mirarte que es otro y no podrá ser el mismo. Eres alma, tierra húmeda, manantial, cordillera. La salvación de un inocente que vive del remordimiento. El final del miedo, el origen del verbo. 
No hay milagro si caminas sobre las aguas. Así eres tú, nada más. No huimos si abrimos el mar para encontrarnos en mitad de la nada, lugar que a otros parece sombrío y para nosotros es esperanza y principio. La vida viene del agua, del mar, de su origen, del fondo obscuro de una noche sin luna. Tierra, desierto, montaña, ribera, selva, río, mar, litoral. Destino, leyenda, ficción, espejismo, camino. Semilla, comienzo, advertencia. Las palabras que forman tu nombre.
Has venido a hablar, a hacer, a decir, a caminar, construir, a escribir. A ser. Que nada, nadie, te diga que estás prisionero, que es imposible, que la vida es mentira, que la palabra no tiene valor, sino precio. Quisieran hacerte creer que somos lo mismo. Pero no son iguales. Sí: polvo somos, y en el polvo seremos eternos. Pero los seres de lodo no están hechos de barro.