Sueño que te sueño, que me sueñas, que soñamos... En mi sueño, que es el nuestro, eres pasado y destino, y en tu sueño, que es el mío, cambias con tus labios el color de mi piel. Al soñar descubrimos la fórmula y develamos el misterio que impedía a dos cuerpos ocupar el mismo espacio para crear juntos un tercero. Geometría perfecta de la materia hecha caricia, organismos compartidos, paisaje dibujado a cuatro manos, formas que renacen para alimentar la memoria del paraíso.
Nuestro sueño es la quimera de la piel que se entrelaza, que se teje y se desprende para habitar en dos seres distintos y precisos, enredadera de poros, sudor, sal y epidermis, corteza, follaje, territorio. La noche se desprende de tu frente, por tu cuello, se pierde en el sol que entibia tus pechos, sistema solar que gira en mis labios para descender en la órbita que coronan tus pezones, boca que sacia la sed en el estuario que protegen tus caderas.
Y en el principio, fue el verbo, cuando el universo escribió sus primeras letras en tus muslos, sobre tu vientre que es tierra, semilla, rama, flor, juramento, origen...
Tu silueta, tu piel, es el territorio en el que habitan fantasías y espejismos, es oasis, ruta que camino con ojos cerrados, sendero que me lleva a descubrir el secreto que ocultan tus manos... Somos cuerpo, cuerpos, silencios, manos, misterio, paraje que se ilumina con el reflejo de luna que asoma de tu rostro.
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