Mujer códice
Si quiero conocerte, necesito buscarte y perderme en el horizonte. Si quiero tenerte, debo sumergirme en la mitología de la que eres diosa, origen, caverna, destello. Allá surge y se desvanece tu esencia, convertida en el aroma que se desprende de tus poros, la respuesta a todos los secretos, la mirada viva de tus ojos sin luz, sin lunas. De una forma que aún no entiendo, pero adivino, sobrevive en los colores de tu cuerpo la armonía entre una mujer y el universo… Amoxtli, es tu nombre en náhuatl: el códice antiguo, atemporal, que tiene como lienzo tu propia piel en la que se derrama la tinta de tus venas y donde se pierde la savia de tu cuerpo, el néctar de todos los dioses.
Eres símbolo, principio, sabiduría, belleza, creación, poesía… Tu origen, como todos en las tierras del nuevo mundo, es un umbral mutilado, roto, envuelto en llamas, inconcluso… Tu originaria concepción del universo sufrió la condena, la intolerancia e incomprensión del hombre que dijo hablar por dios y actuar en su nombre. De ahí que tu cuerpo viva ahora disperso y repartido en todo el mundo y en cada rincón del firmamento. Tu reflejas la belleza y el misterio, los ciclos de la vida, los elementos que la forman. Eres augurio, ofrenda, ritual… Centro sagrado, los puntos cardinales, médula, substancia, el vuelo del ave y el olor de la tierra. Compartes el origen, la historia y simbolismo de los dioses que nos dieron vida. En manos del tlacuilo, ese pintor indígena que en sus manos tenía espíritus, plumas y pinceles, el tiempo adquiere medida, fuerza, sentido, colores y augurios.
Desde los señores de la noche hasta los días del fuego nuevo, eres cosmos, ciclo, círculo perfecto que nace de tus dedos, que se pierde en tu mirada, que se entrega con tu cuerpo...
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