¿Cómo reconocemos unos dedos que están tristes? ¿Cómo descubrimos en las manos las huellas de las ausencias inasibles? ¿Se enreda en la muñeca, se convierte en puño amenazante, en extremidad desplegada en busca de llegar a la otra orilla? ¿Cómo distinguimos en la diestra y la siniestra unos dedos atacados por la artritis de unas sábanas sin vida? Tal vez por el sabor del sudor que escurre desde adentro, por la rigidez de unas manos sin vida ni substancia, sin piel, acartonadas, inmóviles, intocables, inútiles sin un cuerpo que sea destino y una piel que sea guarida. Las mismas manos que no reflejan la sombra de formas ni figuras, invisibles, ciegas, perdidas en camino a la memoria de un cuerpo abandonado.
En las manos se conserva, atrapada entre los dedos, la humedad, el aroma, el aliento y la presencia de la tierra mojada, de las gotas que hacen de nosotros extensión y cuerpo de la lluvia, del río que nos moja y alimenta, del mar que nos deja escamas en los dedos para recordarnos que somos habitantes naturales del fondo del océano. La vida se derrama a través del tacto, su ruta, sus misterios y descubrimientos, de las huellas digitales que dejan las falanges en cada asalto a los recuerdos, en esas manos como zarpas que transforman toda geografía, en la bofetada que sacude y desconcierta. Has imaginado tus manos como alas, abiertas, desnudas, en vuelo con rumbo al paraíso.
¿Dónde guardas el apretón de manos, el saludo confiable, consistente, entrañable, la palmada cariñosa, el abrazo que se cierra en tu espalda, el manotazo subversivo, el aplauso a la canción inolvidable, al artista cómplice de besos y miradas entre copas, acordes y poemas, a dónde llegarán los callos curtidos de quimeras y deseos? Has advertido inútilmente la indebida ventaja del que no sabe ganar si no es con mano negra. ¿Has levantado tus dedos, uno a uno, para contar, sumar y describir los días, las voces, los rostros, palabras y ocasiones que se conservan por sí mismos en el espacio infinito e irregular de la memoria? Otras veces has extendido el brazo con la mano abierta al otro extremo, buscando detener y calmar al intranquilo, al ansioso, al exaltado, al impulsivo. Y te has detenido al ver el mismo gesto frente a ti, exigiendo una respuesta a tu insolencia y tu descaro.
A veces descubro a la tristeza oculta en la cutícula, y la veo derramarse como lágrimas que marcan surcos en la palma de la mano. Otras la veo perderse debajo de las uñas, junto a la tierra acumulada de escarbar tantos recuerdos. Entonces señala con el índice el motivo de su mueca, al culpable de su gesto de nostalgia, muestra la vereda por dónde la vio perder sus pasos. El mismo índice que indica y da forma al inventario, el que determina y subraya el repertorio, ese dedo que pasa suavemente las páginas de un libro, el que señala la causa de una sonrisa convertida en carcajada. Dedo atrevido que se levanta pidiendo la palabra, apuntando la presencia, buscando la mirada que aparenta ser esquiva. ¿Has llevado tu dedo hacia la boca, pidiendo silencio al insensato, al impaciente, a la voz de mujer que presagia tu llegada y reprocha tu tardanza?
De la infancia conservas la costumbre de meter el dedo en la cazuela, en la olla de leche oliendo a nata, en el frasco de dulce y en todo exquisito manjar de la niñez. Las palabras de una mujer nacida del misterio te quitaron el miedo a hacerlo en cuevas, cerraduras y escondites, en sinuosas humedades, en pozos furtivos y secretos. No eres tú si no has intentado aliviar el dolor al sobar con tu mano la marca que deja en la piel un golpe artero, si no dejas avanzar tus manos a tientas entre sombras y parajes, buscando descubrir regiones y destinos de los que otros huyen y se alejan. ¿Revives el adiós, palmo a palmo, cuando resurge en la memoria la piel reseca de una despedida irremediable? Solo entonces aprenden esas manos a secar tus lágrimas, a deslizarse por la piel en caricia que pretende incitar una sonrisa.
¿Qué es de un texto apresurado cuando decides que le vas a “meter mano”? ¿Con qué mano suave y primigenia ofreció Eva el fruto prohibido a Adán, que lo aceptó en propia mano? Imaginas el dolor del clavo desgarrando los tendones de una mano convertida en crucifijo. ¿En qué momento tocó dios el dedo del hombre para dar principio a la creación? Has vivido y dado vida a manos llenas, te has quedado, te han dejado, con las manos vacías, han lastimado las espinas esas manos. ¿Has metido las manos al fuego por todo aquel que crees que lo merece, aunque al final te hayas quemado con las brasas? ¿Vives de cabeza en el pulgar que determina la muerte y la desgracia, o habitas en el mismo dedo cuando señala al cielo para anunciar victoria o perdonar la vida a los que saben dar la cara aún en la derrota? ¿Cruzaste alguna vez la calle tomado de la mano de tu madre? Recuerdas el dolorido aprendizaje de pelear a mano limpia, de enfrentarte ante todo adversario mano a mano. Intuyes, imaginas, sueñas con los secretos que guardan en sus manos los magos y los dioses, invocas los hechizos y la magia de Merlín, Tonantzin, Circe o Gandalf. Has sido silencioso testigo de las maravillas del lenguaje que convierte a las manos en voz, tímpano y palabras mientras vuelan y dibujan en el aire la lengua y el idioma de un sordomudo.
¿Has sido capaz alguna vez de lavarte las manos frente a un hombre del que sabes su inocencia? ¿Qué hacen las manos rotas del poeta que renuncia a escribir ante el dolor? Dan voz y consuelo a los deudos, a los indefensos, al cansancio, a la justicia, a la vida y la impaciencia.
¿Qué se pierde, se transforma, en el dedo anular atrapado por aros y sortijas? La falta de esa argolla subraya en silencio que no hay dueños ni presencias consagradas por el rito y la costumbre. Cambias día a día la respuesta que descubres al tocar con tus dedos un espejo, para saber quién es el que te observa fijamente desde el otro lado del cristal. Persiste en tu tacto el recuerdo de la primera vez que te atreviste a tomar la mano de aquella novia de la infancia. Recuerdas el temblor, la torpeza de unas manos sudorosas que aprendían entonces a estar vivas y fueron descubriendo secretos que se convirtieron en caricia. Has visto volar las manos de una mujer que da vida y color en cada lienzo a ensoñaciones y siluetas. ¿Has dado la mano a tu hijo cuando ves venir sus lágrimas? ¿Frente a la justicia, nunca la venganza, has dicho y pensado alguna vez “estamos a mano”? ¿Has dejado caminar tus dedos sobre el teclado palpitante de un piano con nombre de mujer? ¿Desde dónde llegan a tus manos las letras que dan forma con tu pluma a estas palabras? ¿Es pequeña la tristeza, es cómo el meñique aislado, frágil, temeroso, tímido acompañante de un puño golpeando la pared? ¿O es ese mismo dedo el que cierra y da forma a toda empuñadura?
Guardas el recuerdo de las manos largas y fuertes, nobles y serenas de tu padre. Dices “mano” para saludar al amigo que el tiempo ha convertido en un hermano. ¿Cuándo, cómo se transforma una mano abierta y extendida en puño y amenaza? Te has quedado, sin gritar, con el dolor metido en la garganta, con la mano asfixiada en el quicio de una puerta que se cierra. Has vaciado con tus manos el licor de esa botella con sabor a madrugada.
¿Estás seguro de que tienes buena mano cuando decides poner tu semilla en tierra extraña? ¿Confías en esa buena mano cuando te juegas la suerte mandando tu resto en un albur? Eres “mano” cuando se trata de enfrentar al cobarde, al traidor, al arrogante, al inhumano. Te has tomado con las manos la cabeza al encontrarte de frente a la sorpresa, al dolor, el desconcierto, incrédulo, pasmado, inmóvil, en presencia de lo absurdo. ¿Sabes ponerla por delante cuando es necesario echar la mano al que está en el suelo, al resignado, al débil, al solitario, al indefenso? ¿Has acariciado con tus manos las cuerdas armoniosas de una guitarra elaborada con la madera más preciosa, que es la piel de una mujer? ¿Con qué manos puedes escribir tu propia historia? Usas tu mano para proteger del sol esa mirada que otea el horizonte en busca de su sombra y su navío. Agitas la mano, lenta, cálida, suave y efusiva, para señalar el adiós del que sabe que se vive de reencuentros.
Has revivido momentos que estaban guardados..!! Justo atrás del olvido..!! Pequeños, grandes, sorprendentes, dolorosos, alegres lindos y feos momentos..!! Pero que lindo poder decir que tengo manos para escribir mi historia..!! Si hay algo hermoso y siempre lo he dicho: Son las manos..!! Con ellas puedes apreciar el pasado de una persona, puedes ver su presente, y casi oler su futuro..!! Ellas son vida..!! Marcas..!! Y vivos recuerdos..!! En definitiva: Muy lindo lo que escribistes..!!
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ResponderEliminar...traigo
ResponderEliminarecos
de
la
tarde
callada
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...
desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ
COMPARTIENDO ILUSION
PEDRO
CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...
ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE BAILANDO CON LOBOS, THE ARTIST, TITANIC SIÉNTEME DE CRIADAS Y SEÑORAS, FLOR DE PASCUA ENEMIGOS PUBLICOS HÁLITO DESAYUNO CON DIAMANTES TIFÓN PULP FICTION, ESTALLIDO MAMMA MIA,JEAN EYRE , TOQUE DE CANELA, STAR WARS,
José
Ramón...
Echo a Mano
ResponderEliminarAunque no diga
el silbo
esta ahí
amarrado con
piel antigua.
Aunque pase
orillando el telón
del tablado
ahí, cae
el goterón.
Así desangra
el jurel
cortándole la cola
espesa y negra
Aunque no ha
visto el mar
siente la vastedad
y las sales
blanquean sus vasos
Aunque no pueda
saltar la zanja
se acuesta en el
trigo, y regala espigas
Aunque el miedo
paralice el camino
conoce cada piedra
y sus lagartijas.
Aunque se deja
arrear por intentos
comprende el idioma
de la luz.
Conoce el tedio
y la semilla
que amparan
las puertas
Si le hablan
con fuerza de volcán
reconoce el magma
y la fumarola liviana
Aunque el lodo
embadurna su cuerpo
arma una vasija
y bebe.
El catecismo es
cuando es la fé.
Larga es la fila
de creyentes
Y corta es la noche
para escuchar
las inmortales.
estrellas
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