Me gusta la música de Sabina y la voz de Chavela Vargas, Vicentico y José Alfredo, la guitarras y la armónica que suenan a llanto. Las imágenes que llegan de lejos, que me despiertan las manos y me vacían la tinta del cuerpo. Me gusta el río de mi pueblo, la sonrisa en la piel de una mujer que canta, que me besa, que habla despacio, suavecito... Me gusta la noche, la madrugada en la calle, la penúltima copa, el “Nos vemos mañana” de un amigo. Las palabras bien dichas, bien escritas, bien pensadas y mejor entendidas. Me gustan los relojes de arena, los barcos, la mano tendida, un árbol vestido de verde, honrar a mis muertos, la mirada de la infancia, llegar al final de la escalera y las preguntas cuando tengo que buscar las respuestas.
El sonido de una campana, el murmullo del agua, el estruendo de una carcajada entre dos... Me gusta el diálogo en todas sus formas, cuando no hay intención de lastimar, incluida la polémica. Me gusta el silencio cuando me habla al oído. Me gustan las fotos en blanco y negro, el aroma de azahar y el olor de la tierra mojada.... Y me gusta el mar, porque siempre he pensado que algún día, de la espuma de las olas brotarán mariposas.
sábado, 30 de abril de 2011
jueves, 28 de abril de 2011
Éramos la palabra...
Éramos la palabra, el verbo y el principio. Éramos mirada, certeza, cielo despejado, agua limpia. Vivíamos en tu piel que era el territorio del edén, su aroma y su aliento, el sol el destello que nacía de tu rostro. EL placer era todo, una palabra inventada junto al paraíso, más allá de cuerpos y caricias. Estaba hecho de tu voz, tus manos, mi sombra, mis dudas, tus ojos, espejo que mostraba que la felicidad, si no es para siempre, es posible.
Tu mirada es el pozo en el que caben todas las aguas, el manantial en el que abrevó el pecado original, venero del fondo de tu cuerpo que derrama savia con aroma de olvido, destino de penas y nada, recuerdo, promesa incompleta de un futuro sin mañana. Hombre explorador, mito originario, ladrón del génesis y usurpador de la creación, el segundo habitante del edén, parido con dolor por la mujer hecha a imagen y semejanza, nacida de la alquimia del creador, con la sutileza de un brote en medio de la tierra, una flor, el fruto de tu vientre, capullo sin nombre, principio ni final posible, conocido, cierto, inevitable.
“Soy feliz”, dijiste, y la frase sonó a maldición, a profecía, a carta sin remitente y a juramento en nombre de dios en vano. Porque la felicidad es una luz impaciente que recorre el horizonte sin detenerse ni quedarse nunca en nuestras manos. Tiene tantos destinos, tantas salidas y llegadas sin horario ni ruta establecida, es llamada y exigida en todos los tonos, en tantos mundos, con voces tan distintas, en todas las formas, que sujetarla es un acto de egoísmo que nadie puede permitirse. Tus lágrimas son el último destello de esa luz antes de perderse, antes de ocultarse repitiendo la promesa incierta de volver, aunque de todos es sabido que esa fluorescencia no repite rutas ni caminos, y nunca regresa por la misma puerta. Pero eso lo sabíamos sin decirlo, como si el silencio hiciera falsa esa certeza.
Contemplo el territorio que tú dominas con un gesto, a voluntad, con una sonrisa perdida, una mirada inmutable, una mano extendida, una caricia incompleta, un beso en la boca, una nostalgia extendida en los labios de tu vientre, cuerpo y brazos abiertos en dónde cabe el universo. “Quisiera ser tus lágrimas”, dije, antes de que desaparecieran en el dorso de tu mano acariciando tus mejillas.
“Soy feliz”, dijiste, y la frase sonó a maldición, a profecía, a carta sin remitente y a juramento en nombre de dios en vano. Porque la felicidad es una luz impaciente que recorre el horizonte sin detenerse ni quedarse nunca en nuestras manos. Tiene tantos destinos, tantas salidas y llegadas sin horario ni ruta establecida, es llamada y exigida en todos los tonos, en tantos mundos, con voces tan distintas, en todas las formas, que sujetarla es un acto de egoísmo que nadie puede permitirse. Tus lágrimas son el último destello de esa luz antes de perderse, antes de ocultarse repitiendo la promesa incierta de volver, aunque de todos es sabido que esa fluorescencia no repite rutas ni caminos, y nunca regresa por la misma puerta. Pero eso lo sabíamos sin decirlo, como si el silencio hiciera falsa esa certeza.
Contemplo el territorio que tú dominas con un gesto, a voluntad, con una sonrisa perdida, una mirada inmutable, una mano extendida, una caricia incompleta, un beso en la boca, una nostalgia extendida en los labios de tu vientre, cuerpo y brazos abiertos en dónde cabe el universo. “Quisiera ser tus lágrimas”, dije, antes de que desaparecieran en el dorso de tu mano acariciando tus mejillas.
lunes, 25 de abril de 2011
Todo tenía tu rostro...
Todo tenía tu rostro: mis días sin tenerte, sin saber de tí, sin mi contigo; mis huellas húmedas como tus labios entreabiertos, siempre a punto de decir mi nombre; las olas del mar, las mismas olas que al romper veían convertida su espuma e ... ...n vuelo de blancas mariposas... Tu cuerpo era el mapa de un país imaginado, la patria sin héroes de una guerra sin gloria ni victorias, isla abandonada en un océano como selva, lleno de vida y remordimientos, cicatriz de la entrega, mapa del abandono. Tantas veces me perdí en tu geografía, tantas noches fuí viajero sin brújula, sin destino, sin miedos ni destino posible. Eras tú y eras la nostalgia de una piel sabor a horizonte, ombligo centro del universo, tus pezones planetas de otra bóveda celeste, sexo colorido, ave del paraíso... Cuerpo vía láctea, cuerpo de manos perdidas que me niegan el abrazo, que me condenan al silencio, que me hunden en la arena que viaja interminable en ese pequeño reloj en el que cada grano que cae es una lágrima derramada en tu nombre. Todo era tu rostro. Eras alma y eras vida. Te alejaste. Hoy te recuerdo como el silencio busca el eco de tus pasos. No puedo verte. No recuerdo tu rostro. Te perdí.
viernes, 15 de abril de 2011
Sueño que te sueño, que me sueñas, que soñamos... En mi sueño, que es el nuestro, eres pasado y destino, y en tu sueño, que es el mío, cambias con tus labios el color de mi piel. Al soñar descubrimos la fórmula y develamos el misterio que impedía a dos cuerpos ocupar el mismo espacio para crear juntos un tercero. Geometría perfecta de la materia hecha caricia, organismos compartidos, paisaje dibujado a cuatro manos, formas que renacen para alimentar la memoria del paraíso.
Nuestro sueño es la quimera de la piel que se entrelaza, que se teje y se desprende para habitar en dos seres distintos y precisos, enredadera de poros, sudor, sal y epidermis, corteza, follaje, territorio. La noche se desprende de tu frente, por tu cuello, se pierde en el sol que entibia tus pechos, sistema solar que gira en mis labios para descender en la órbita que coronan tus pezones, boca que sacia la sed en el estuario que protegen tus caderas.
Y en el principio, fue el verbo, cuando el universo escribió sus primeras letras en tus muslos, sobre tu vientre que es tierra, semilla, rama, flor, juramento, origen...
Tu silueta, tu piel, es el territorio en el que habitan fantasías y espejismos, es oasis, ruta que camino con ojos cerrados, sendero que me lleva a descubrir el secreto que ocultan tus manos... Somos cuerpo, cuerpos, silencios, manos, misterio, paraje que se ilumina con el reflejo de luna que asoma de tu rostro.
jueves, 14 de abril de 2011
Palabra mercenaria...
Una palabra perversa, mercenaria, palabra que es aullido, amenaza, chantaje… Expresión que atenaza al amor, que fragmenta el diálogo, que dispersa el miedo hasta hacerlo propiedad de todos, una palabra que no merece serlo, que se alimenta de la desconfianza y vive de la muerte, que despierta lamentos, lágrimas, reclamos, gritos que son el grito de todos, el “ya basta” y el “estamos hasta la madre”, frustración e impotencia para despertar el alma y avivar conciencias…
Mensaje que sumerge al sonido en arbitraria obscuridad y secuestra el verbo en medio de un país, cansado de vivir en ninguna parte… Señal que detiene el tiempo, eco de la negligencia y el abandono… Voz que congela miradas, que vive del dolor y la memoria… “Violencia”, voz maldita, irreparable, miserable.
No escribamos sobre un muro abandonado. No dejemos que se pierda la mirada, ni que la luz se sepulte tras las sombras. Aún así, o por eso mismo, atrevámonos a amar, a ser, vivir, mirar, caminar, exigir, hablar, compartir, escuchar... Lo repito: los buenos somos más.
No escribamos sobre un muro abandonado. No dejemos que se pierda la mirada, ni que la luz se sepulte tras las sombras. Aún así, o por eso mismo, atrevámonos a amar, a ser, vivir, mirar, caminar, exigir, hablar, compartir, escuchar... Lo repito: los buenos somos más.
lunes, 11 de abril de 2011
Eres todos los rostros....
Vivía en tu mirada.... Yo era el reflejo que habitaba en tus ojos, la balsa que surcaba tus pupilas. Mi nombre existía dibujado en tu boca, se creaba en la voz extraviada en tu cuello. He seguido tus huellas, te reconozco en la silueta que traza la ribera del río, en la selva verde que es tu cuerpo y es todo el paraíso, hierba milagrosa, vergel, maleza en la que adivino los territorios perdidos del edén. Intento volar y anidar en tus brazos, dos ramas que nacen del árbol del bien y del mal. Tus cabellos son bosque, enramada, semilla, lecho en el que dos cuerpos descubren la fertilidad por la que se asoma la vida. Hoy el silencio ocupa el lugar en el que ayer resonaba tu voz de cenzontle, ha naufragado el barco en el que seguí a la luna en el mar de tu espalda hasta desembarcar en tu vientre que es oasis y playa, orilla, puerto, litoral en el que camino descalzo para perderme en tu piel de manzana, en tus caricias sabor a canela, en tu aroma de viñedo y flor de naranjo, en la savia derramada entre tus labios de mujer, en el olor a tierra mojada después de tus besos.
Eres todos los rostros.
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